José Antonio de Lavalle y Arias de Saavedra
[1716]
22 Mar 1833 - 16 Nov 1893
- OCCUPATION: Diplomat, Historian, Writer
- BIRTH: 22 Mar 1833, Lima
- DEATH: 16 Nov 1893, Lima
Father: Juan Bautista de Lavalle y Zugasti
Mother: María Narcisa Arias de Saavedra y Bravo de Castilla
Family 1
: Mariana Pardo y Lavalle
- +José Antonio de Lavalle y Pardo
_Simón de Lavalle y de la Bodega de la Cuadra ____________
| (1706 - 1791) m 1729
_Joseph Antonio de Lavalle y Cortés _|
| (1734 - 1815) m 1767 |
| |_María del Carmen Cortés y Cartavio ______________________
| m 1729
_Juan Bautista de Lavalle y Zugasti __________________|
| (1779 - 1851) |
| | _Martín Zugasti y Gastelu ________________________________
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| |_Mariana Zugasti Ortiz de Foronda ___|
| m 1767 |
| |_María Bernarda Ortiz de Foronda y Sánchez de la Barreda _
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|--José Antonio de Lavalle y Arias de Saavedra
| (1833 - 1893)
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|_María Narcisa Arias de Saavedra y Bravo de Castilla _|
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[1716]
José Antonio de Lavalle y Arias de Saavedra, (Lima, 22 de marzo de 1833 - 16 de noviembre de 1893), diplomático, historiador y literato peruano del siglo XIX; más conocido por su labor como Embajador Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Perú para mediar en el diferendo boliviano-chileno (Santiago, febrero de 1879).
Tuvo una tarea penosa, ya que en Santiago, el presidente de la República de Chile, Aníbal Pinto Garmendia, le denunció la existencia del pacto secreto que Perú mantenía con Bolivia desde 1873. A pesar que Chile conoció del pacto secreto casi desde sus inicios, por informes de su canciller en Buenos Aires, Blest Gana, no hizo nada y esperó pacientemente seis años para sacarlo a la luz. Por su parte, Perú, luego de firmado el Tratado de 1874, entre Bolivia y Chile, en vez de denunciar dicho pacto secreto, ya que las condiciones que motivaron su suscripción, desaparecieron, inexplicablemente no sólo no lo denunció sino que lo archivó. Años más tarde, en 1879, las consecuencias de dicha negligencia, le arrastraron a la guerra involucrado con su otrora aliado, Bolivia.
Source: Wikipedia
ECOS DE OTROS TIEMPOS
Prosapia, talento y riqueza fueron los propicios atributos que acompañaron a Lavalle a su ingreso en el Mundo. Hace sólidos Estudios en el Colegio Nacional de Nuestra Señora de la Guadalupe. Inicia después su Carrera como Adjunto a la Legación en Washington, a cargo de Don José Joaquin de Osma y Aguero. Viaja por Europa durante largos años, ya como particular, ya en ejercicio de sus funciones. Funda un hogar féliz por su Matrimonio con su gentilisima prima Doña Mariana Pardo y Lavalle. Como Ministro Plenipotenciario, representa al Perú en San Petersburgo y formula ante el árbitrio imperial un elegante y bien concertado alegato en el incidente ocurrido con el Japón con motivo del atropello cometido con la barca "Maria Luz". Entremezcla sus obligaciones Oficiales con sus dilectos esparcimientos literarios y escribe sobre Rusia, sus personajes y sus tipicas costumbres, cartas amenas y agudas observaciones, que más tarde publicara "La Opinión Nacional" y serán traducidas al Polaco.Más el destino le somete a duras pruebas. La dulce compañera de su vida fallece en la Capital Rusa; en Paris, desgraciadas especulaciones bursátiles merman su cuantiosa fortuna. Regresa al Perú con sus tiernos Hijos, se incorpora al Parlamento, interviene con brillantez e independencia en el debate de los asuntos públicos y preside la Comisión Diplomatica en vatias Legislaturas.
Anúblase nuestro horizonte internacional, surge el conflicto Chileno-Boliviano que amenaza envolvernos, hace nuestro Gobierno supremos esfuerzos para evitarlo e invocando el reconocido Patriotismo de Lavalle y su Experiencia y sagacidad comprobadas, le confia, en febrero de 1879, la infortunada Misión que he mencionado.
Durante la Guerra, al frente de nuestra Legación en rio de Janeiro, continúa trabajando con desesperado empeño en favor de la Causa Peruana. Su Hijo Hernando, que abraza la carrera de sus Abuelos, Inteligente, Valeroso y Artista, se Inmola por la Patria en las Pampas de San Juan.
Don José Antonio, que ha vuelto a sus natales lares, es sometido a Prisión por el Invasor y enviado a Chillán. Allí le alcanza la carta del General Iglesias, en la cual le llama para encargarle de Negociar la Paz con el Vencedor. Con desolada clarividencia abarca Lavalle la magnitud del Sacrificio que se le impone. Pueden presentarse como ejemplo de Estoicismo y Cívica entereza las siguientes líneas de su respuesta a Iglesias: "Desde que abrigo,no de ahora, sino desde que llegué de Europa en 1881, la profunda convicción de que la Paz posible es el único medio de Salvar lo que aún nos queda de Patria, así como la de el que la firme, firmará quizás su sentencia de muerte material y, de seguro, la de su muerte política, no puedo vacilar. Me pone Ud. a elegir entre la salvación probable del perú y Mi Propio sacrificio; acepto, y doy a Ud. las Gracias porque me ha creido a la Altura de la situación que me impone. Los que como Ud. y yo hemos dado a la Patria la Vida y Sangre de Nuestros Hijos, nada podemos rehusarle ya".
El Tratado de Ancón es el resultado de esa convicción y de ese personal renunciamiento. Ocupa Lavalle en el Gabinate Barinaga, el Ministerio de Relaciones Exteriores; pero al establecerse el Gobierno Nacional, renuncia irrevocablemente el cargo, porque, en Su Concepto, los más altos dictados morales y patrioticos, aconsejaban que los Hombres que habian asumido la responsabilidad de suscribir el Tratado de Paz, deberian resignar el poder inmediatamente después de haber obtenido la aprobación de la Asamblea Constituyente.
En plena madurez, cuando todavia podia prestar valiosos servicios al estado, traspasa Lavalle los unbrales de la vida Pública, en previsto y desengañado retraimiento, para consagrarse por entero a sus predilectas aficiones. En los diez últimos años de su vida desarrolla una intensa labor intelectual. En Revistas y Periódicos, especialmente en el Ateneo de Lima aparecen insertos numerosos e interesantes trabajos Historicos, agradables ensayos de Novela, Tradiciones a la usanza de Palma y Estudios criticos que firma con su Nombre o con el Seudónimo de Perpetuo Anta±on. Campea en sus producciones un espiritu investigador y erudito, amenizado por toques sutiles de ironía y humorismo. El estilo, a semejanza del Autor, es cortesano y academico, arcaico en el giro y en el léxico, castigado y pulcro. Asus exceentes monografias tendrán que acudir cuantos se dedican al Estudio de la Historia Patria, y aunque con menos fantasiía y gracejo que su íntimo amigo Palma, Lavalle en la descripción de la Lima antañona, lo aventaja en la exactitud y minuciosidad de los detalles. "La Hija del Contador", novela corta basada en un suceso real de la Lima dieciochesca,se singulariza por su riqueza descriptiva y vibra en ella una suave emoción. Palma la comparaba con acierto a aquella primorosa filigrana que labró la pluma de Pedro Antonio de Alarcón, titulada "El Sombrero de Tres Picos". Vuelve el tradicionalista la mirada melancólica hacia la Alameda de los Descalzos, que Lavalle rememora en su novela, y dice lo que sigue: "Hay en el manuscrito de Ud. unas páginas que me han quitado algunas canas. Son las que Ud. consagra a describir la Alameda Vieja. 'Quién la vió y quién la ve'. Me parece que fué ayer cuando retozando por ella con otros arrapiezos de mi edad, recogian las bolitas negras de que estaban cargados unos árboles que en el Norte llaman chorolques. Hoy la Alameda con sus estatuas y sus verjas, y su jardín y su fuente, será más artistica, pero no más poética que la Alameda de nuestra Infancia. Hoy es algo que hemos visto en Europa y en otros pueblos de América, pero no es tipica, no es Limeña. Hoy la Alameda con pretensiones de civilizada y nada más. Quién me diera espaciarme por la Alameda seni salvaje de otros días!
Lavalle, Palma, la Alameda de los Descalzos, sombras augustas, poéticas lontananzas estilizadas por la imaginación y la Leyenda! En los alrededores del año 90, cuando una Lima diminuta y apacible reconocía como extremos limites los Parques de la Exposición y las Faldas del San Cristóbal, veiase al declinar la tarde, a un caballero atildado y enjuto, que doblaba la esquina de la Minería, recorría el jirón central, descendia el Puente de Piedra y prosiguiendo por las populosas calles bajopontinas penetraba a la solitaria Alameda para reposarse en un banco de mármol. Asemejábase el viandante a un personaje del Greco en la fisonomia prolongada, en la tez marfileña, en el aquilino arranque de la nariz, en el mentón avanzado y en la mirada vivaz y perpicua de sus ojos escrutadores. Cubriase con amplio chambergo, lucían sobre sus hombros las vueltas color grana de la capa española y aparecian al borde de ella los pantalones a pequeños cuadros, realzados por una ancha franja de seda negra. El Chambergo y la Capa, el retorcido bigote blanco y la mosca romántica, eltalante grave y señoril del Caballero se armonizaban punto por punto con el encanto triste de la vieja Alameda bajo el sortilegio del crepúsculo. Desde su banco, mientras rubricaba sobre el césped con la contera de su bejuco, Don Perpetuo Antañon avizoraba la quinta donde el Virrey Amat y la Perricholi ocultaron sus pendencieros amores y el patio de cierta vetusta casa, adornadas con matas de geranio y malvarosas que Lucía Orozco, la Hija del Contador, cuidaba con sus lindas manos. Acaso el propio Don Melchor Orozco, lego de los Descalzos, convocaba en estos momentos a los fieles a la cita del Angelus; y el timbre timido de la campana y la dulzura del dormido paisaje fundianse en precisa consonancia con los versos elegiacos de nuestro Cisneros:
"Placeme en la Alameda solitaria
cerca del templo, de quietud en pos,
escuchar de los monjes la plegaria
y al son de la campana funeraria
pensar en Dios".
A ese sitio y a la misma hora Don Perpetuo Antoñón iba todos los dias a buscar la Paz del Alma que los hombres y la suerte le negaron y a refugiarse en el pasado como en fuente perenne de consuelo. Desgranaba el surtidor su scherzo monocorde y poblábase el Paseo de figuras indecisas. Discreteaban galanes y tapadas, resonaban los cascabeles de las calesas, difundiase en el aire fragancia de jazmines. Hasta que la enfermedad agarrotó sus miembros. Don José Antonio de Lavalle y Arias de Saavedra, Diplomático insigne,Historiador y Literato de justificada nombradia, Gran señor por la Alcurnia y por el Propio Valer,Limeño limenizante, Padre ejemplar y Abnegado Patriota, acudió todas las tardes a la silente Alameda para recoger en su Espíritu como en un pomo de ristal finisimo la esencia de una Lima que se fué.
Source:
Mercurio Peruano
Lima, Año XVI-Vol. XXIII-Nº 167-Febrero MCMXLI, pp. 94-98.
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La Aristocrática y Señera Personalidad de Don José Antonio de Lavalle y Arias de Saavedra, cuya Obra constituye para las Nuevas Generaciones un ejemplo de fervor Peruanista, encuéntrase bellamente delineada en este discurso -realmente digno de una Antología- que pronunciara durante la fiesta del Centenario de Lima ese fino y alado Escritor que se llamó Cabotín.
'Mercurio Peruano' al salvar del olvido esta pieza literaria rinde homenaje al impecable estilista de "La Hija del Contador" y evoca con cariño al cronista elegante y suavemente irónico de "Viendo pasar las cosas".
Para quienes conozcan la obra literaria de estos dos escritores no podrá sorprenderles la maestría de esta semblanza: Almas de dos épocas, el Lic. Perpetuo Antañón y Cabotín, tuvieron, sin embargo, un mismo ritmo espiritual".
Señoras y señores:
Se extinguirá el eco de las músicas alegres y triunfales con que Lima celebra su IV Centenario y también, junto con ellas, el grave rumor de las acompasadas oraciones con que la elocuencia oficial solemniza tan fausta efemérides.
Los saraos aristocráticos,las verbenas populares, la policramía de las iluminaciones y de los juegos de artificio, el alborozado discurrir de un ancho río humano; veladas, conferencias, exposiciones y conciertos se convertirán en plácido recuerdo que el tiempo esfuma lentamente.
La vida callejera recobrará su ritmo cotidiano. Empero, en nuestro trajín diario por la Ciudad, algunas placas de bronce como esta que hoy inauguramos, evocarán en el Corazón de las generaciones presentes y futuras, nombres gloriosos de Peruanos Ilustres, que patentizaron con hechos su Amor por la Urbe donde nacieron o moraron y que enaltecieron y prestigiaron con sus Obras.
Felicitémos, Señores, de que el Municipio Limeño haya realizado este propósito de Justicia, de veneración y agradecimiento; maduremos como se debe la lección fecunda que de hoy en adelante se desprenderá de nuestros muros y ufanémos de un ayer que fué a veces triste, azaroso y sombrió, pero en el cual estos Varones insignes dejaron inciso como el buril en el metal precioso, trazo indeleble de su voluntad creadora, de su inteligencia directiva, de su arte primoroso, de su acendrada virtud.
Los habitantes de la Lima nueva, que se desborda por avenidas suntuosas y sonrientes, vendrán a buscar en estas lápidas la cifra que explica la gracia y la nobleza de la antigua Ciudad de los Reyes y que enlaza a ambas bajo un mismo signo de distinción y señorio. En el Orgullo de su pasado, sustentan los Pueblos sus anhelos de superación.
En el Siglo XIX se realizó la transición que convirtió la Sede Virreinaticia en flamante Capital de una República Independiente. Los hombres nacidos en los primeros años de esa Centuria alimentaron un amor fervoroso y nostálgico por la Lima de sus mayores y complaciéronse en alabar sus pretéritos encantos y en recoger sus leyendas y tradiciones antes de que su perfume se desvaneciera en el olvido.
Casi toda la Literatura limeña del Siglo XIX tiene este sello de emocionada evocación. Ricardo Palma llega a crear un nuevo género y adquiere universal renombre, utilizando simplemente los elementos menudos, delicados y graciosos que desentraña en los archivos de su Ciudad natal.
Otros contemporáneos suyos espigan tesoros en el mismo acervo, con igual amenidad y maestría y entre ellos merece citarse en primer término a Don José Antonio de Lavalle y Arias de Saavedra, Limeño castizo si los hubo, e prócera y linajuda estirpe, nacido en la Casona solariega, sobre cuyos cimientos se levanta este moderno Edificio que contemplamos. Entre las dos fechas 1833-1893 grabadas en este réctangulo de bronce, se compendia una existencia engrandecida por el sacrificio patriótico, depurada porla abnegación y el dolor y saturada de puro Limeñismo.
Quiera aceptar el Concejo Provincial de Lima la expresión de mi gratitud por el Honor que me confiere al encargarme el elogio de tan eminente Ciudadano, aunque sea dentro de la brevedad que las circunstancias me imponen.
Descendia Don José Antonio de Lavalle y Arias de Saavedra de una Familia que se ilustró en la Carrera de las Armas tanto en España como en el Perú. Su Abuelo, Don José Antonio de Lavalle y Cortés, Conde de Premio-Real y Brigadier de los reales Ejercitos, nació en Trujillo del Perú y casó con Doña Mariana zugasti y Ortis de Foronda.
Los Hijos de Don José Antonio de Lavalle y Cortés alcanzaron los más altos grados en la misma carrera, descollando entre Ellos aquel hazañoso Don José de Casimiro de Lavalle y Zugasti que se cubrió de Gloria en la campaña contra los Franceses y que después de resistir heroicamente en el famoso Sitio de Zaragoza encabezó con igual denuedo la defensa de Lérida. El Padre de Don José antonio de Lavalle y Arias saavedra, Juan Bautista de Lavalle y Zugasti, fué también Brigadier y su actuación nutrida en las postrimerias del regimén Español y en los albores de nuestra Vida Repúblicana reclaman los honores de una Monografía.
No siguió Don José Antonio el bélico ejemplo de Los Lavalle y su Naturaleza fina, espiritual y selecta, lo inclinó a la Meditación y al Estudio,al cultivo de las Bellas Artes y de las Letras y al ejercicio de su actividad Ciudadana en el Campo de la Diplomacia.Tal vez pudiera verse en esta última tendencia una derivación del Culto por las Armas de sus Mayores, porque ambas Carreras, la Militar y la Diplomacia, conviene decirlo y subrayarlo, requieren las mismas Virtudes e Idénticas condiciones de carácter, la sujeción a estrictas disciplinas, un Patriotismo que no ceda ante ningún Sacrificio, imperativos de Dignidad, Circunspección y reserva; y en ambas el esfuerzo más ingente y la más prolija diligencia suelen verse coronadas por la Incomprensión y la Ingratitud. No es la Diplomacia peruana modelo de duplicidad florentina, como suele afirmarse en nuestras vecindades. No es tampoco certamen de incapacidad y de incuria, como lo aseveran, fronteras adentro los sempiternos descontentadizos. Ribeyros y Paz Soldanes, Pachecos y Rivas, Pardos y Gálvez, para no mentar otros nombres más discutidos aunque no menos meritorios, han dado brillo y respetabilidad a nuestra Cancilleria. Cuando un Espíritu bien informado, imparcial y justiciero escriba la Historia de la Diplomacia Nacional, devolverá a muchos de nuestros agentes el lugar Honorable que les corresponde y comprobará la responsabilidad de los Gobiernos en nuestros fracasos internacionales, por no haber comprendido la transcendencia de una Carrera que era preciso crear, sostener y estimunlar y que no desmerece junto a ninguna Otra, porque encarna el Honor, el Derecho y los Intereses del País en el extranjero. En mis manos he tenido las páginas inéditas en que Don José Antonio de Lavalle expone el Origen y Desarrollo de su Misión extraordinaria en 1879 en Santiago de Chile; he sentido palpitar en esos pliegos amarillentos una Sinceridad absoluta, un Hondo anhelo de Paz, una Patriotica angustia; he admirado la serenidad con que el Narrador se contrae al relato escueto de los Hechos.
Enrique Carrillo